No puedo entender a esos padres y madres que regalan insultos a sus hijos, como si nada hubiera sucedido.
¿Qué respeto quieres que te tenga tu hij@ si tu eres el primero que lo estás insultando?
Me refiero al “¿tú eres tonto, o qué?, “¡eres más corto…!” y otras lindezas de este tipo.
El respeto debe empezar por uno mismo. Debemos aprender a respetarnos. Pero faltar al respeto no és sólo insultar; también lo es infravalorar, despreciar, criticar o ridiculizar a nuestros hij@s.
Debemos mostrarles qué queremos de ellos y, por eso, nosotros debemos ser una muestra de lo que pedimos y queremos para ellos. El respeto por las personas que no son igual que tu, por las diferencias de opinión, por lo que no compartimos, por la libertad individual, por tu entorno…respétame, respétate.
El respeto que nosotros transmitimos será, en gran medida, el respeto que ellos puedan mostrar.
Estoy convencida que si pensamos un instante antes de dirgir improperios a los más queridos, podemos encontrar alternativas al insulto fácil. Y, si somos capaces de llevarlo a cabo, estoy convencida que también lograremos generalizarlo para todo lo demás.